La blancura de las paredes arequipeñas

Hoy en día la ciudad de Arequipa lleva el apelativo de “ciudad blanca”, los orígenes de esta denominación, a decir de los que lo han tratado, obedece al hecho de que desde su fundación española hasta mediados del siglo XX, Arequipa era una ciudad cuya población en su mayoría era española por ende “blanca”. Falta realizar un estudio, para establecer los tiempos en donde la denominación de “ciudad blanca” pasa de la “piel a la piedra”, como lo ha denominado en un trabajo el historiador Jorge Bedregal, es decir, ¿cómo se transmuta el apelativo de “blanca” al sillar? Si a alguien se le interroga sobre el por qué se llama “ciudad blanca” a Arequipa, responderá que se debe a la blancura de sus paredes de sillar, cosa que hoy en día aceptamos. Sin embargo, en épocas anteriores la ciudad no conservaba la blancura del sillar de sus paredes, ya lo decía el entrañable maestro Dr. Guillermo Galdos, las paredes arequipeñas eran como una chola de multicolores polleras, y ello a nuestro entender, por la información que ubicamos, obedecía al temperamento en que se encuentra nuestra tierra. Casi todo el año, el cielo esta despejado, y los rayos solares al incidir en las paredes blancas podían ocasionar enfermedades oftálmicas en la población, como lo hace constar el Dr. Juan Manuel Vargas, encargado del protomedicato de la ciudad hacia 1832:
“…ojala solo por consejo médico pudieran todos los vecinos, moderar la demasiada blancura de las calles, pues en un cielo tan claro y despejado de nubes, los rayos solares son tan intensos, que a pesar de que, el que anda buscando la sombra para evitar la insoportable insolación, la blancura de la pared donde hieren los rayos le reflecta el calos de modo que nunca puede evitar el incendio y celeridad de su sangre, y por consiguiente la disposición á enfermedades inflamatorias, y mucho mas á optalmias cuya repeticion disminuye mucho la vista, y á muchos deja enteramente ciegos*
Tuvo razón el Dr. Vargas, en su informe que presento al prefecto Pio Tristán, para entonces seguramente el sillar de las paredes fue más blanco de lo que hoy en día es, no habían automóviles y pollerías que con los residuos de la combustión del petróleo y carbón respectivamente, hacen de nuestra ciudad una de las más contaminadas del Perú, seguramente llegara el momento en donde se añore el eterno cielo azul arequipeño, que ya se esta convirtiendo en gris.


* El Republicano, Arequipa sábado 22 de septiembre de 1832. p. 5.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
...Entonces podriamos decir ahora....que arequipa es la ciduad blanca llena de cholos negros!!!?

o no?

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